CONVERTIRSE EN CAMPEÓN DE EUROPA
Published on:
02 Aug 2018
El 15º Campamento de Europa FAI de parapente, celebrado en Montalegre, Portugal, concluyó el sábado tras ocho mangas válidas. Ha sido un campamento muy disputado que se ha volado en condiciones difíciles hasta el último día.
Un piloto británico de 19 años de edad, llamado Theo Warden (Enzo 3), acabó primero en la general y es el nuevo campeón de Europa. Le acompañaron en el podium el alemán Torsten Siegel y el italiano Alberto Vitale (Enzo 3).
En la categoría femenina, fue la piloto del equipo OZONE Seiko Fukuoka, representando a Francia, quien ganó su tercer título europeo consecutivo. El segundo y tercer puestos fueron para la francesa Meryl Delferriere y la suiza Yael Margelisch respectivamente, ambas también con Enzo 3.
Por países, España se proclamó por primera vez campeona de Europa, con Italia en segundo puesto y Francia en el tercero.
Detrás de los resultados siempre hay una historia... una historia sobre lo que hace falta para ganar. Esta es la historia de Theo Warden, de 19 años, y su camino hasta convertirse en campeón de Europa:
"Lo curioso es que a algunas personas, 5 años no les parecen mucho tiempo, pero para mí, a lo largo de estos últimos 5 años han cambiado muchas cosas, desde que empecé en el campo de vuelo por arrastre de Airways Airsports cuando tenía 14 años, con notas normalitas en el colegio y un futuro cuestionable, hasta tomar parte en una competición de categoría 1 FAI, como el Campeonato de Europa 2018. Y ganarlo. Creo que el parapente me ha dado la oportunidad de madurar y crecer de una manera que hasta ahora no pensé que fuera posible.
Mi estilo de vuelo no es nada novedoso. Siempre he sido bastante conservador volando, sin arriesgar demasiado, y esa filosofía se reforzó cuando entré a formar parte de la BPRA (British Paragliding Racing Academy). Russ Ogden y Guy Anderson abogan por volar de manera disciplinada, asumiendo pocos riesgos y yendo con el primer grupo a menos que se presente una oportunidad para ponerse por delante de todos los demás. Cuantas menos decisiones tomes, mejor.
En la mayoría de las competiciones en las que participé antes de este europeo, tenía una cierta idea del puesto en el que me gustaría acabar. Eso me daría un objetivo, y me esforzaría para alcanzarlo. Sin embargo, aunque eso puede que a algunos les funcione, yo acabé poniéndome demasiada presión a mí mismo y acabé volando en situaciones en las que normalmente no me hubiera metido de haber mantenido la cabeza fría y pensado las cosas. Un buen ejemplo de eso sería la PWC de Ecuador, una competición corta en la que sólo se volaron 3 mangas. En las dos primeras, acabé 10º y 7º, y el último día tenía la expectativa de que debería terminar dentro de los 10 primeros. Forcé demasiado, pinché y acabé el 91º. Para mí fue una auténtica lección porque me di cuenta de que si volaba por los resultados, rendiría peor, y no disfrutaba tanto volando las mangas como solía hacerlo. A partir de ese momento, dejé mi ego de lado y tiré mis expectativas por la ventana, y me centré en volar para disfrutar.
Volar teniendo el disfrute como único objetivo no es algo nuevo, pero yo vi claro que a mí me funcionaba de verdad cuando en la Superfinal de la PWC de enero de este año logré acabar en el 15º puesto de la general, mi mejor resultado en competición hasta ese momento. En el Campeonato de Europa todo parecía converger para mí porque pude ver mi nombre en los puestos altos de la lista de clasificaciones al cabo de unos días y eso no me intimidó. Sabía que si quería hacerlo bien solo tenía que seguir disfrutando, volar con el grupo de cabezar y conservar la disciplina. Eso me permitió mantener la calma y pensar en el vuelo.
En el último par de competiciones en las que he participado me he puesto enfermo por algún motivo, y eso parece tener algún poder mágico que me hace volar mejor. No estoy seguro de qué me sentó mal en el europeo, si fue la comida o el agua, pero el 23 de julio tenía la sensación de que todo lo que tenía dentro del cuerpo quería salir. Valentina Correia, miembro de la organización (y una auténtica salvavidas), me encontró tumbado en el suelo en el exterior de los lavabos del local de la organización, y me preguntó si estaba bien. Le dije lo que me estaba ocurriendo y ella se ocupó de mí de inmediato. Jess Cox se ofreció para acompañarme al hospital para que me examinaran, a pesar de que los autobuses salían hacia el despegue en apenas media hora. Esperamos un rato en el hospital mientras el día parecía mejorar, así que Valentina me ayudó como intérprete para contarle al médico cuál era mi problema, y luego subió amablemente a Jess al despegue mientras el médico se ocupaba de mí. Tras tenerme más o menos una hora con una vía puesta, los médicos me dejaron marcharme y Valentina estaba allí de nuevo para ayudarme y subirme al despegue. Afortunadamente para mí, tras todo lo ocurrido aquella mañana, se acabó cancelando la manga por exceso de viento, lo que me dio ocasión de descansar en la cama. Los miembros del equipo entraban en la habitación de vez en cuando para ver si estaba bien. Andrew Williams fue a comprarme algo de fruta y alimentos para que recuperara fuerzas.
Quiero agradecer de manera especial a Idris Birch, Jess Cox, Andrew Williams, Malin Lobb, Martin Long y Jules Robinson por ser el mejor equipo, aunque no ganáramos la competición por países. Y muchísimas gracias a Valentina Correia que es una persona maravillosa y me ayudó cuando lo necesitaba. Creo de verdad que el equipo jugó un papel fundamental en cómo me encontré y volé durante la competición. Todos estábamos allí para ayudarnos mutuamente. Todos los días, antes de desayunar, Jess o Malin nos daban una sesión de yoga o de meditación. Como adolescente que soy, estoy acostumbrado a sentirme cansado por las mañanas, pero descubrí que el yoga me venía de maravilla. Y al final de esas dos semanas casi todos nosotros éramos capaces de tocarnos los dedos de los pies sin doblar las rodillas.
En lo que se refiere a las mangas, aunque mis mejores resultados los tuviera en las mangas 2 y 3, creo que son las que menos me gustaron, pues me encontraba un poco oxidado por no haber volando mucho desde hacía seis meses, en la Superfinal. Pero una vez que cogí el ritmo, me sentí mucho más seguro en las decisiones que tomaba. Empecé a verlo claro a eso de mitad de competición, un día en el que Idris, Malin y yo nos quedamos retrasados en el start. Atrapamos al grupo de cabeza tomando una línea mejor, acelerando a tope bajo una especie de convergencia. No veas la satisfacción que da ver cómo te acercas cada vez más a los de cabeza, mientras vas acelerando a tope y además subiendo. ¡Una pasada!Mi manga favorita fue necesariamente la última, porque era ya todo o nada. Sabía que no tenía que permitir que Torsten Siegel me sacara 14 puntos, y que tenía posibilidades de subir al podium. Cuando todo estaba tan apretado es cuando la cosa se puso interesante.
Hice el start en una posición razonable, pero cuando empezamos la manga elegí una línea terrible entre los dos grupos principales, lo que me hundió y me dejó por debajo de todos. A partir de ahí, tocaba atraparles. Tiré con ganas desde la primera baliza cruzando algunas laderas, y estuve bajo. Miré hacia atrás y pude ver a pilotos aterrizando en el valle por detrás de mí. En el valle siguiente vi a Martin, así que le pregunté por radio si estaba subiendo. No me contestó. Con pocas opciones, tiré con poca altura para tratar de llegar a donde pensé que Martin estaba subiendo. Llegué con muy poca altura sobre el terreno, ví que él estaba subiendo y di unos cuantos giros. Entonces vi que el grupo de cabeza me pasaba por encima camino del siguiente valle. Entonces supe que o les atrapaba ahora o me quedaría atrás el resto de la manga. Así que dejé la térmica de Martin para unirme a una vela naranja que parecía haberse levantado desde el mismo suelo y ahora estaba subiendo. La vela naranja y yo convergimos y luego buscamos juntos algo mejor, y encontramos ascendencia fuerte que el grupo de cabeza pareció haberse perdido. Estábamos unos 100 metros por debajo de los primeros cuando ellos dejaron su térmica, pero la nuestra era más fuerte y varios otros pilotos habían venido a girar nuestra térmica. Yo observaba dónde estaban los líderes y vi a alguien que se desviaba ligeramente de la línea, pero que seguían subiendo mientras los líderes se iban hundiendo. De modo que, acelerador a tope a través de la ascendencia y en cuestión de 5 minutos volvía a estar junto a Idris y los primeros.
Cuando llegamos a la tercera baliza las nubes parecieron dejar de funcionar. Marco Busetta tiró por delante en el valle de Chaves, pero la mayor parte del grupo se quedó a la entrada para ganar el máximo de altura posible antes de ponerse a planear bajo un cielo azul. Marco Busetta empezó a subir en el valle como un cohéte, y en ese momento yo me encontraba en lo alto del grupo y decidí probar tirando un poco pronto para tratar de unirme a él en la siguiente térmica. Empecé a planear con Torsten pisándome los talones. Llegamos a la ascendencia y el grupo se nos unió y volamos hacia la meseta de Chaves.
Hasta ese momento sentí que estaba volando bastante bien, pero fue entonces cuando empezamos a hacer algunos planeos largos y comencé a quedar por debajo del grupo de cabeza. Ralentizar y tratar de igualar su planeo no me ayudó, así que acabé más bajo y por detrás. En ese momento noté que me tensaba y estresaba. Pero entonces pensé que mientras no pinchara lo más probable es que acabaría el campamento entre los diez primeros, por lo que debía relajarme. Conseguí alcanzar al grupo justo antes de la última térmica y, con los primeros por encima de mí, les borré de mi cabeza y me limité a tratar de reducir la separación a base de subir más deprisa que ellos. Al final, reduje un poco la distancia, pero ellos debían haber alcanzado la inversión, con lo que empezaron el planeo cuando yo estaba aún unos 400 metros más bajo.
Ahora viene lo más divertido. El grupo de cabeza ya estaba acelerando a tope, e Idris se puso a gritar por la radio: ¡Vamos Theo, hay ascendencia!, así que me tiré a por ella. Dejé la térmica cuando el instrumento me indicaba que me hacía falta un planeo de 13 a 1 para llegar a gol. Unos segundos más tarde ví que todos los que estaban por delante de mí entraban en una descendencia fuerte. ¡Estupendo! Escondí los brazos dentro de la silla para ofrecer la mínima resistencia posible al aire. Con dos kilómetros aún para llegar al final del tramo de velocidad, sabía que no lo iba a lograr. Tenía 350 metros sobre el terreno y me quedaban unos 5 kilómetros hasta el gol. Así, cuando me topé con un +2,5, fui consciente de que necesitaba ganar más altura. El grupo me dejó atrás, pues yo me quedé un minuto más o menos para hacer cuatro giros más con los que acabé a 500 metros sobre el suelo y todavía 4,8 kilómetros al gol. Pisando de nuevo el acelerador, mi corazón nunca había latido a tal velocidad en una manga. Empecé a ver a pilotos que dejaban de acelerar. Y tras lo que pareció una eternidad, un pitido de mis instrumentos me avisó de que había alcanzado el final del tramo de velocidad. Dejé de acelerar, pero seguía necesitando un planeo de 7 a 1 para cruzar el gol, y durante los 800 primeros metros del planeo no vi que mi vario indicara más de 7 en momento alguno. La sensación de desesperación empeoró cuando vi que dos velas se daban la vuelta para enfrentarse al viento y aterrizaban a unos 500 metros del cilindro del gol. Entonces, mi vario empezó a pitar... ¡Joder, estoy subiendo! Como la ascendencia estaba un poco rota y me quedaba aproximadamente 1 kilómetro al gol, decidí cabalgar la ascendencia sin girar. Veía que la cifra de planeo al gol iba reduciéndose y de pronto... ¡ding, ding! ¡Qué sensación! Puede que llegara tarde, pero no veas qué buena sensación la de llegar a gol, aunque apenas me sobraran 60 metros de altura.
En el gol, nadía sabía cómo estaba la clasificación. Recibí una llamada de mi padre. Estaba con su portátil en el que tenía una hoja de cálculo y trataba de calcular en qué puesto quedaría yo en la clasificación final (bueno, también me dijo ¡Bien hecho!). Me dijo que tenía buenas probabilidades de estar en el podium, pero que aunque no fuera así, de todas todas estaría entre los 10 primeros. Después de eso, aparté la idea de mi cabeza y me fui a nadar al lago de al lado del campo del gol con los pilotos británicos que habían llegado al gol. No fue hasta que nos subimos al autobús de vuelta que la organización envió los resultados provisionales, y Malin, Jules y Jess gritaron desde el fondo del autobús: ¡Bien hecho! ¡Lo has logrado! Yo no me lo creía, así que lo comprobé por mi cuenta y... vi que estaba 2 puntos por delante de Torsten y !en primer lugar!
Pero la diferencia era de apenas 2 puntos. Más tarde fui consciente de que un margen tan pequeño equivale a una diferencia de menos de 10 segundos en una manga de dos horas y media. Eso habría sido la diferencia entre dar un quinto giro en la última térmica antes del planeo final, y creo que si únicamente hubiera dado 3 giros, no habría llegado al gol y quedado fuera de los diez primeros puestos.¡Menuda competición!".