

Mike Cavanagh se mete 101km: de Cumbria a Escocia
Published on:
22 Jul 2009
Superar la marca de los 100 kilómetros en línea recta es algo que a la comunidad de parapentistas de Cumbria llevaba mucho tiempo resisitiéndoseles, pero el gerente de Ozone, Mike Cavanagh se escapó de su ordenador, despegó su Mantra M3 desde Blease y se marcó un vuelo de 101,75 kilómetros cruzando la frontera con Escocia.
Mike es uno de los fundadores originales de nuestra empresa y durante más de una década a dedicado más tiempo a dirigir Ozone que a volar, aunque ahora sigue encontrando ratos para girar algunas térmicas los días buenos.
Ozone es una empresa de pilotos y nos orgullece el hecho de que incluso nuestro gerente se escape de vez en cuando a hacer cross cuando está bueno. Hasta nuestro equipo de pruebas y diseño, después de pasarse toda la semana en el aire desarrollando velas, sale a volar distancia y aventura los fines de semana. De hecho, David Dagault, que es el jefe de los pilotos de prueba y diseñadores, y Luc Armant, que es piloto de pruebas, son quienes encabezan en la actualidad la liga de distancia francesa.
A continuación Mike nos relata cómo fue su vuelo:
«11 de julio y ¡menuda sorpresa! La indecisión de siempre estaba presente: ¿dónde ir? ¿A alguna de las zonas de los lagos del sur, Barkin, Cautley…, si el viento es flojo tal vez a los Langdales? ¿O quizá a los Dales, a Staggs o Semer Water? Por suerte, el que mi coche estuviera todavía en la cantera de Clough, tras volar desde allí a Whitestones el día anterior, así como el que Ben se ofreciera de conductor para llevarme hasta allí en lugar de esperar que pudiera ir volando a recogerlo, nos encaminó hacia el norte. Una vez allí, en los lagos del norte, seguíamos algo indecisos entre Souther y Blease. Vimos gente alta en Souther, pero cuando llegamos al final de la carretera ya sólo pudimos ver gente rascando la ladera con viento del sur. Catherine y Katie señalaron a los afortunados que se se habían puesto altos con la única nube que había y gracias a la cual trincaron. Seguíamos pensando si ir a una zona de Dales en la que las nubes de los Peninos tenían mucha mejor pinta, pero al final nos decantamos por la opción más sensata e inmediata de Blease.
Cuando llegamos la cosa estaba potente y bastante ventosa. Yo me estaba planteando lo típico de intentar alguna triangulación, pero entre el viento y lo movidas que estaban las cosas por arriba me hicieron considerar algo más modesto. Así pues, volé hacia Souther donde me puse bastante alto y se me abrían todas las opciones. En los Peninos, unas nubes con buena pinta llegaban hasta Carlisle, de modo que pensé que podría planear hacia allí, atravesando un buen tramo azul, con la esperanza de encontrar algo que me permitiera llegar hasta ellas. En realidad, estuvo agradable hacer un largo planeo sin tener que pensar en colinas ni laderas.
Sobre el solitario molino de viento de Calbeck, delante de Carrock, la cosa parecía ponerse complicada, pero mi último punto de disparo importante, una cantera, lo seguía teniendo al alcance, y más allá algo que parecía una granja avícola. A su sotavento la cosa funcionaba y aunque por abajo no estaba bien organizado, esa ascendencia me volvió a poner alto y derivando más o menos en la dirección hacia la que quería ir para cruzar el Solway cerca de Carlisle, y donde las nubes de buen aspecto seguían siendo abundantes. El planeo fue bueno y las primeras nubes funcionaban. Había alcanzado mi objetivo y tenía buenas sensaciones. Me parecía que había nubes prometedoras en la dirección adecuada, aunque estan en el borde de una gran extensión de cielo azul. Hacia el norte había nubes mejores, pero la idea de viento fuerte que me pillaría ligeramente de lado, las colinas y grandes manchas boscosas me persuadieron de mantenerme lejos de las montañas por muy buena pinta que tuvieran las nubes.
La línea de nubes también me mantenía más cerca de la autopista e ir saltando de una nube a otra funcionaba como cuando sueñas con la calle de nubes perfecta. Más que hacer planeos largos me dediqué a ganar buena altura girando en cada térmica y a medida que la ascendencia se hacía más fuerte con la altura las iba dejando. En todo el trayecto hasta Moffat no bajé de 800 metros. Y creo que los cañones antiaéreos que los pilotos escoceses han puesto para mantenernos al sur de la frontera debían estar cazando gamusinos cuando yo cruzé la frontera con una sonrisa descomunal.
Camino de allí, algunos molinos me confirmaron el sureste. En Moffat me enfrenté a otra decisión. Mi línea de nubes, próxima a la dirección del viento iba desapareciendo y convirtiéndose en cielo azul. Si decidía ir viento de lado durante mucho tramo y dirigirme hacia el valle que conduce a St Mary’s Loch, había muy buenas nubes . También tenía una tercera opción, a mitad de camino entre las otras: ir directamente hacia el norte, pero hacia allí estaba azul y esa ruta pasaba sobre Devil’s Beeftub, una zona en la que no había logrado encontrar térmicas durante un viaje anterior en el que Alex y yo fuimos en coche hasta allí. No me apetecía que me volviera a ocurrir lo mismo.
Mientras estaba sobre Moffat, era consciente de que eso era más o menos lo más lejos que otros habían llegado en vuelos anteriores y aunque mis nubes se estaban acabando, todavía tenían pinta de poder ayudarme a llegar a los 100 kilómetros. Tinto Hill me llamaba y tenía la autopista en esa dirección, así que me decidí y planeé hasta toparme con térmicas realmente movidas, nada que ver con las suaves ascendencias que me había ido encontrando hasta entonces. Por allí había una de 8 metros por segundo que me zarandeó un poco, pero con la que acabé poniéndome alto de nuevo. Mientras tanto, las nubes se habían deshecho más deprisa de lo que me esperaba y mi siguiente planeo resultó ser el final al fallarme la última nube, pues ya se estaba deshaciendo. Pensé en dirigirme hacia alguna ladera para esperar en dinámica, pero me fijé en la distancia que marcaba mi GPS y era de 98 kilómetros. Era de esperar que planeando viento en cola y aterrizando junto a la carretera pasara de los 100 en línea recta. Me fue algo más justo de lo que esperaba y cuando tomé al lado del pub en Crawford vi que había hecho 101,87 km. La sonrisa me llegaba de oreja a oreja y confiaba que el instrumento me estuviera diciendo la verdad. El autostop me salió redondo y antes de las 8 de la tarde estaba de vuelta en mi coche. Sí, ¡ cómo me alegro de haber elegido Blease ese día!»